domingo, 4 de marzo de 2012

La capital sin agua


Bogotá |3 Mar 2012 - 9:00 pm

Más de nueve mil familias viven sin conexión a las redes del Acueducto

La capital sin agua

Por: Verónica Téllez Oliveros

En tiempos en los que la administración de Gustavo Petro habla con orgullo del mínimo vital del líquido para más de medio millón de personas, otros ciudadanos subsisten en barrios legales e ilegales de los cerros sin el vital servicio.

Toda clase de peripecias deben hacer los ciudadanos sin agua para abastecerse.  
Toda clase de peripecias deben hacer los ciudadanos sin agua para abastecerse.

Carlos Enrique Rodríguez fue el primero en comprar un lote y construir su casa en la vereda Altos de Serrezuela, en el año 1967. Poco a poco se había ido expandiendo el rumor sobre la posibilidad de comprar un pedazo de tierra a bajo precio en esta zona rural, que hoy está contemplada como un barrio de Usaquén, y así fueron llegando las cerca de 240 personas que ahora habitan el terreno, que cuenta con las conexiones a los servicios de luz y gas, pero no de agua.

El jueves pasado, cuando el alcalde Gustavo Petro entregaba las primeras 10.000 facturas liquidadas por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) con el descuento del mínimo vital de agua a los estratos 1 y 2, en el barrio La Cita de la localidad de Usaquén el señor Fabio Alberto Rodríguez, habitante de Altos de Serrezuela, reclamaba que su barrio aún no tenga redes oficiales de la empresa, luego de 45 años de haber sido fundado.

Una situación que también viven 9.063 familias de 139 barrios en toda Bogotá. Los datos son del Acueducto. Es la Bogotá sin agua, en pleno siglo XXI.

A la vereda Altos de Serrezuela se llega tras un recorrido de cerca de 20 minutos en carro, subiendo por el barrio el Codito desde la carrera 7ª con calle 187. Allí hay alrededor de 70 viviendas en las que habitan las más de 200 personas. Sólo hay una vía que atraviesa entre las residencias de los vecinos y, apenas se llega a la última casa del barrio, ya no hay más camino. En este punto, Fabio Rodríguez, quien es hijo de uno de los fundadores, se sube a la terraza donde está el tanque de agua que la EAAB dejó instalado hace unos 25 años para realizar el proceso de conexión con las redes de la empresa. “Cuando ya tuvimos todo listo nos dijeron que no se podía hacer. La explicación que nos dan es que quieren evitar la sobrepoblación”, comenta el hombre de 40 años.

Esta comunidad, como las que están distribuidas en 139 barrios que no tienen conexión al servicio de acueducto de la capital, se abastece de agua por medio de conexiones hechas por los mismos habitantes. Eso a pesar de que estamos hablando de zonas legales, aunque algunas cuenten con sectores que no han sido legalizados por la Secretaría de Planeación. Rodríguez y sus vecinos pagan una cuota global de $320.000 mensuales a los miembros de la Junta de Acción Comunal del barrio Aurora Alta, quienes, a través de un sistema de mangueras, les permiten tener un suministro de 260 metros cúbicos del preciado líquido una vez por semana.

260 metros cúbicos de agua que equivalen a la décima parte de una piscina olímpica para que más de 200 personas se bañen, cocinen, subsistan.

Por supuesto, cada gota de lluvia que cae es reservada en la mayor cantidad de canecas posibles para enfrentar los días de verano. Época en la que pobladores como Rodríguez deben acudir al carrotanque del Acueducto, que visita la vereda por ahí cada 15 días, para comprarle a la empresa cada metro cúbico de agua por $9.000.

El Acueducto de Bogotá asegura que en el caso de la vereda Altos de Serrezuela no puede suministrar el servicio de agua por impedimentos jurídicos como la ubicación del terreno fuera del perímetro urbano y en zona de reserva forestal. También lo impiden las condiciones técnicas del sector, ya que no se garantiza la cota mínima de presión para que el líquido fluya.

El problema del agua es paralelo al de la tierra. El origen de este asunto se relaciona con la presión que hay sobre el precio de los terrenos, explica Ernesto Cañas, politólogo de la Universidad Nacional que trabajó en 2010 en la Dirección de Reasentamientos Humanos de la Caja de Vivienda Popular.

Para una familia como las que llegan a estos sectores en los puntos más altos de los cerros orientales “es demasiado difícil poder comprar un sitio digno donde vivir. Por eso se han asentado en laderas que no han sido pensadas para ser barrios, pero son los únicos lotes de un precio medianamente razonable para ellos” agrega Cañas.

En el extremo sur de la ciudad, pero sobre el mismo corredor periférico de los cerros orientales, en el barrio Verbenal de la localidad de Ciudad Bolívar, Luz Adelia Varela, de 42 años, no tiene idea de que en la ciudad la administración está entregando facturas del Acueducto con descuento para los estratos 1 y 2. ¿Cómo lo va a saber, si ni siquiera tiene servicio oficial de agua en su casa?

Decidió ubicarse en este barrio ilegal hace ocho años porque les resultaba mucho más barato a ella y su esposo vivir en este predio arrendado por un familiar, que irse a otra casa donde tendría que pagar mínimo $15.000 de servicios por cabeza, que, incluyendo a su hijo pequeño, serían $45.000 en total.

Aquí no debe pagar agua, que es lo más caro. Eso dice.

La mujer de 42 años llena tres canecas de agua, de un metro y medio de altura, durante una hora cada semana en la casa de una vecina por medio de una conexión hechiza proveniente del barrio El Edén.

Esto le alcanza para la cocina y el aseo personal. La ropa la lava en otra vivienda. Tampoco hay red de alcantarillado, así que se aguanta el olor de la mierda de los demás habitantes de Verbenal, que baja por el sendero de desagüe al frente de su casa.

Aunque sufre de gripas frecuentes y la diarrea es habitual en su familia, dentro de los planes de Luz Adelia no está la posibilidad de mudarse a otro barrio. “Yo creo que esto no siempre va a ser así. Cuando llegué todo esto era monte y ya hay partes a las que llega el agua”.

A la historia de hechos cruzados en la expansión de la capital, que incluyen el déficit de vivienda asequible para la población con recursos más bajos, se suma el hecho de que ésta sea la ciudad que recibe mayor número de desplazados en el país. Cada día llegan unas 60 familias, como lo confirma la Secretaría de Gobierno.

El alcalde Gustavo Petro le dijo a El Espectador que “casi que se puede asegurar que la persona que está ubicada en sectores sin abastecimiento de agua es una personas que está en zona de alto riesgo, que necesita ser reubicada, es también una víctima de la violencia que necesita ser reparada integralmente”.

Esta administración ha reiterado que el Acueducto no va a suministrar grandes cantidades de agua hacia los bordes de la ciudad, pues el tubo debe apuntar hacia el llamado Centro Ampliado. El dilema entonces es conciliar la reorganización urbana de la capital, que plantea liberar espacios para las fuentes de agua, con el cubrimiento de los derechos vitales de las personas que se han ubicado en zonas inadecuadas.

Frente al subsidio del mínimo vital, el alcalde señaló que esta medida no quita la fuente de financiación para resolver el problema de fuentes de agua a poblaciones marginales y que, por el contrario, al frenar la venta de agua para la expansión hacia los bordes de la ciudad habrá mayores recursos para estos proyectos. La apuesta que Petro señaló a este diario en aras de atender a esta población es cruzar la financiación de los programas de reubicación, liberación de tierra y agua y reparación a las víctimas con el objetivo de garantizar el acceso de las familias a una vivienda con servicios dignos.

Sin duda, las palabras del alcalde suenan esperanzadoras. Más de nueve mil familias que sobreviven sin servicio de agua en barrios legales e ilegales deberán esperar a ver si se hacen realidad algún día.

En tiempos en que escuchan a lo lejos acerca de un tal mínimo vital del líquido.

http://www.elespectador.com/impreso/bogota/articulo-330058-capital-sin-agua

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